miércoles, 28 de febrero de 2018

TEMPORAL

Me levanto reventada, sin entender cómo me pueden doler tantas partes del cuerpo a la vez. ¿Cómo es posible tener agujetas en las axilas? ¿Cómo lo hacen los de aquí? Si yo no puedo con mi alma, que soy a la que han aupado, ¿cómo deben de sentirse los que se han pasado media noche haciendo levantamiento de “lassies”? Nunca estaré a la altura, esta gente se curte subiendo cuestas de noventa grados en bicicleta entre un vendaval de nieve en manga corta desde que tienen dos añitos. Y yo me ahogo subiendo un bordillo.

Hay alerta por el temporal llamado “The beast of the East”, que para más emoción, ha quedado con la tormenta Emma en UK (no había otro sitio para citarse) y recomiendan no salir de casa. Me pregunto cómo me voy a apañar para ir al trabajo esta tarde. Con este cuerpecito que no sirve ni para abono y teniendo que luchar contra un vendaval de nieve. Pero me llega ayuda de alguien inesperado: el Ayuntamiento, que ha decidido cerrar las bibliotecas hoy y mañana debido al mal tiempo. Mi encargado me llama para avisarme. Pese a que estoy machacada, me quedan fuerzas para saltar de alegría por toda la casa. Y al pasar frente a la ventana del comedor, veo a un autóctono haciendo footing en pantalón corto sobre la nieve. Otra vez.

martes, 27 de febrero de 2018

INTEGRACIÓN

Voy de nuevo a bailar. Doy brincos durante tres horas, me levantan en volandas, me dan vueltas, me empujan, me pisan, piso, choco, me quedo sin aliento… Lo que es tradicionalmente un Ceilidh. Al acabar, Donald, uno de los “regulars” (bailarines experimentados que no se pierden ni un sarao) me sugiere que vayamos al pub con ellos. Me encantaría, pero perdería el último autobús. Me pregunta a dónde voy y cuando se lo digo se ríe, asombrado. Vive a un minuto de allí, me puede llevar en coche luego. Ahora quién dice que no.

Ah sí: yo. Porque me doy cuenta de que apenas me quedan unos peniques. He gastado lo que tenía en comprar el ticket para el siguiente Ceilidh, pensando que no necesitaría más dinero esta noche. Me dice que por eso no me preocupe, que él me invita. Me trago el apuro y acepto. Cuando estamos saliendo, David, otro de los “regulars” que es la viva estampa de Papá Noel, pregunta: “Esas botas, ¿de quién son?”. Ostras, me las dejaba allí. He venido con las botas de nieve y aquí las he cambiado por mis deportivas. David me mueve la cabeza para asegurarse de que la tengo sujeta al cuerpo. Sí, sujeta está. Operativa, no tanto. 

Así que nos vamos Jana, su amiga y yo con el clan del kilt al pub. Ceilidh, kilts, pub, nieve. Si esto no es integrarse…