Invito a Chris, a su madre y a Filippo a cenar en casa y me empleo a fondo. Filippo es cocinero y tiene la encomiable capacidad de decir lo que piensa sin anestesia, así que me siento un poco presionada.
Por suerte tengo bastante tiempo, porque él trabaja hasta tarde. Al final, por una serie de equivocaciones (de las que por una vez no formo parte), empezamos a cenar a las once y media de la noche, y la madre de Chris aún no ha aparecido. He preparado un plato con doce uvas para cada uno. Me informé y me dijeron que en la BBC retransmiten las campanadas, así que podré acabar el año con esta tradición milenaria. Está bien: centenaria, por los pelos y por motivos económicos, todo muy terrenal. Pero me divierte, qué pasa. En fin, que aviso a Chris y a Filippo de que yo a las doce haré lo de las campanadas y luego seguiré comiendo, y les ofrezco un plato a cada uno por si quieren seguirme. A menos diez me pongo a buscar en la tele, pero en la BBC hay un grupo cantando “Auld lang syne”: ni rastro de una mujer con un vestido poco invernal ni un hombre con una capa frente al Big Ben. Busco en diferentes canales, pero nada. Vuelvo al principal. Ahora hay una chica cantando una canción celta. Muy bonita, pero ¿dónde está el Big Ben? Corro a por la radio de Claire, a ver si tengo más suerte. No sé cómo tiene las pre-sintonías puestas, que sólo localizo un canal de música clásica y otro de música no clásica. Llaman al timbre de abajo. Es la madre de Chris. A las 23:59 h en Nochevieja. Abro la puerta como un huracán e imploro a la tele, mientras veo un pequeño número 8 sobre la pantalla. Luego un 7, un 6… No me fastidies, ¿es ya la cuenta atrás de las campanadas? ¿Sin reloj ni nada? Doy un grito, mis amigos me miran sin comprender, y me abalanzo sobre el plato de uvas, embutiéndome un puñado sin contarlas, mientras Filippo me imita y Chris se descojona. Me meto la otra mitad, llega la madre de Chris y la saludo con un gesto, las mejillas como un hamster en un buffet libre, mientras me tapo la nariz para impedir que las uvas se salgan por allí. La perfecta anfitriona. Cuando consigo deglutir, cojo mi vaso de zumo y brindo chocándolo con los vasos de zumo de Chris y Filippo y el de agua de Anna. Si esto no es entrar con glamour en el 2018, yo ya no sé qué es.