Me han vuelto a llamar para limpiar en otra feria en el Royal Highland Centre. Así que tiro para allí, no tan animada como las otras veces porque Thomas no viene esta vez. Ha encontrado un trabajo mejor. Me alegro por él, pero lo echo de menos.
Cuando llego, me identifico y el que me atiende llama por walkie-talkie a alguien para que venga a recogerme. Me alegro al oír la estentórea voz de Rob al otro lado del walkie. Viene a por mí, nos ponemos al día. Está reventado, lleva trabajando entre doce y catorce horas seguidas esta semana.
Me intento apañar con el material que tengo, y me pregunto porqué tienen que poner los armarios de limpieza en los baños de los hombres. ¿No sería más lógico situarlos en los de las mujeres, donde se hace pipí detrás de una puerta? Si necesito cualquier cosa tengo que entrar mirando a la pared contraria del abrevadero-meadero que tienen aquí para evitar visiones innecesarias. Y del olor no hablo. Por una vez no envidio a los hombres.
Después de los baños, me toca recoger basura en el exterior. Encuentro un arsenal de latas de refresco sin estrenar. Para que no me pesen en la bolsa, las abro con la intención de vaciarlas. Mala idea. No sé qué han hecho con las latas, que en cuanto las abro el contenido sale a presión, poniéndome perdida. Menos mal que estaba sola y nadie me ha visto.
Empieza a llover. Primero suave, luego a mala leche. Miro a los demás, que siguen recogiendo basura sin inmutarse. Pues nada, yo aquí he venido a ser escocesa. Sigo limpiando como si estuviera en el comedor de mi casa. Luego se levanta un viento más helado de lo deseable, sobre todo si estás empapado. Intento contener la tiritera mientras recojo chapitas del suelo. He descubierto que la pinza tiene una parte con un imán, que es muy práctica para atraparlas. No tanto para soltarlas dentro de la bolsa. Me enorgullezco de mi hallazgo: al fin y al cabo sólo es la cuarta vez que utilizo estas pinzas.
Nos jugamos la vida limpiando alrededor de cubos de basura rodeados de avispas sobreexcitadas por la Coca-Cola que hay vertida en el suelo. Pero esto es Escocia, somos rudos y valientes, amantes de la aventura. Salimos indemnes.
El día siguiente me toca como jefa una mujer adorable, rolliza, muy bonita y risueña. Le pregunto su nombre. Me responde: "Esles". Pienso que será un nombre celta. Para recordarlo mejor, repito: "Esles". Me corrige: "Les". Colorada, entiendo que ha dicho "It's Les", supongo que será un diminutivo de "Leslie". Más tarde me entero que es "Liz", de "Elizabeth". No se puede meter más la pata con menos palabras.
El día siguiente me toca como jefa una mujer adorable, rolliza, muy bonita y risueña. Le pregunto su nombre. Me responde: "Esles". Pienso que será un nombre celta. Para recordarlo mejor, repito: "Esles". Me corrige: "Les". Colorada, entiendo que ha dicho "It's Les", supongo que será un diminutivo de "Leslie". Más tarde me entero que es "Liz", de "Elizabeth". No se puede meter más la pata con menos palabras.
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