jueves, 27 de julio de 2017

PERPLEJIDAD

Vuelvo a ir a Portobello para limpiar bien el piso y traerme más cosas, así que me llevo la maleta de nuevo. En el autobús (me acabo de dar cuenta de que para mí, empezar una frase con "El autobús" es como decir "¿Y saben aquel que diu...?"). Pues eso, en el autobús me subo a la primera planta y me voy al fondo para no molestar con la maleta. Mala idea. Porque luego sube una horda de japoneses que invade todo el espacio y cuando voy a salir pasar entre ellos con la maleta es como querer cruzar un túnel de lavado. Justo al abandonar el vehículo me doy cuenta de que yo entré con un jersey y ahora voy en camiseta de tirantas. Dudo un segundo, pero confío en el servicio de objetos perdidos de Lothian Buses. Ya iré mañana a por él. Yo no cruzo la marea japonesa de nuevo ni loca.

En casa de Claire veo que voy a tener que hacer un master de reciclaje. En Sevilla yo separaba religiosamente el papel, el plástico y el vidrio. Pero eso es insuficiente aquí. Hay contenedores de orgánico, de papel, de plástico, de papel y plástico mixto, de vidrio verde, de vidrio marrón y del resto de tipo de vidrio, pero que no acepta cristales rotos (coñi, pero si en cuanto eches la botella en el contenedor se va a romper, qué diferencia hay...) y otro de lo que no encaja en ninguno de los anteriores. Tengo que hacer una foto a los carteles de los contenedores para saber dónde poner cada cosa. Pero me sigue quedando la duda de si mis pelos tienen que ir al orgánico o al cajón de sastre.

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