martes, 25 de julio de 2017

NUEVO HOGAR

Voy a la entrevista de trabajo con tiempo de sobra y no me pierdo. El seleccionador de personal es encantador, y la jefa del Departamento también es muy agradable. Para ser yo no la hago mal, pero hacen muchas preguntas acerca de la experiencia laboral con discapacitados. Que es cero, en mi caso. De todos modos es la primera entrevista que no da juego para este blog, lo que me alivia. 

Hoy me toca mudarme a casa de Claire. O mi casa a partir de ahora. Doy mi último paseo por la orilla de la playa. Al final echaré un poco de menos Portobello y estas puestas de sol.


Tampoco me dio tiempo a visitar esta cafetería donde dan la bienvenida a los perros pero piden que los niños lleven correa:


Yendo a la casa en autobús, me paso una parada. Bueno, es solo una y me he dado cuenta a tiempo. No es grave. 

No qué va. Porque para volver tengo que subir una cuesta que aquí quisiera ver a Jesús Calleja. Sin oxígeno, con una maleta más grande que yo, la mochila hasta los topes y dos abrigos puestos. Pero ya me estoy haciendo una chicarrona escocesa y consigo llegar a la casa sin desmayarme. Y subir luego las tres plantas, porque es un tercero sin ascensor. Claire me lleva a mi habitación, donde me ha puesto toallas, una hoja con instrucciones de cómo funciona todo, y un sobre con una carta escrita en un papel muy bonito donde me dice que espera que sea muy feliz en esta casa y que siente mucho irse justo cuando yo llego. Le doy las gracias por el detalle y me dice que iba a comprar flores para añadirlas al sobre pero la tienda ya estaba cerrada. Y prepara cena para las dos. No puedo esperar mejor recibimiento. Me cuenta anécdotas de su trabajo. Es bióloga especialista en murciélagos, y me dice que estos emiten diferentes sonidos dependiendo de la región donde vivan. Me pregunto si los murciélagos escoceses tendrán un acento tan cerrado como sus paisanos humanos. También cuenta que una vez rescató a una murciélaga preñada a la que atropelló sin querer con el coche y la trajo a casa. Pero no volvió a saber de ella, desapareció de un día para otro y no sabe por dónde escapó. A lo mejor no lo hizo y somos tres en la casa. O setenta, porque me advierte de que no deje nada de comida sin proteger, ya que hay ratones. Dice que son un gran problema en Edimburgo y que un día pilló a uno sentado en la despensa poniéndose morado, con los dos carrillos a reventar mientras la miraba sorprendido.

Intento abrir la ventana de mi habitación. Es de las que se supone que se deslizan hacia arriba. Y digo "se supone" porque hace falta un gato para subir eso. Ni toda la Patrulla-X combinando sus fuerzas podría abrirla. Me pregunto cómo voy a airear la habitación. Más tarde me pregunto cómo salir de la ducha airosamente. Se enciende y se supone que se apaga con un botón. Y vuelvo a decir "se supone" porque no hay manera de desconectarla: le doy y le doy al botón y el agua sigue cayendo. Que acabo de llegar, no me digas que le voy a tener que dar a Claire el espectáculo de venir a rescatarme de la ducha el primer día... Me quedo pensando qué hacer y milagrosamente el agua deja de correr. Me doy cuenta de que el botón tiene algo de retraso (como otra que yo me sé) y una vez le das, hay que esperar un poco a que se pare. Como no se detenía yo le daba de nuevo, pensando que no había apretado bien, y la ponía de nuevo en marcha. En mi defensa diré que la casa de Portobello tenía este tipo de ducha y el agua se paraba obedientemente en cuanto pulsabas el botón. 

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