Voy al Royal Bank of Scotland para intentar abrir una cuenta de banco. No me ponen problemas. Y si me los han puesto no me he enterado, porque no entendí la mitad de lo que me decían. Creo que el lunes tengo que ir a la central para hacer el trámite.
Al final llamé a Kevin, el irlandés del intercambio, para seguir practicando. Eso sí, con las debidas precauciones: a mediodía, en el centro de la ciudad, con mi spray de gas pimienta, y habiéndole hecho una foto disimuladamente para enviarla a la Interpol junto con el vaso que él usó la noche del intercambio. Nunca se es lo suficientemente prudente.
Vamos a un café muy acogedor. Tanto, que viene un perro a recibirnos y se sienta a nuestros pies mirándonos dulcemente. Pregunto a Kevin si esto es normal y me dice que sí. Pienso en el puro que les caería a los de la cafetería por tener animales en un establecimiento de comidas en España, pero me siento a gusto, y el Cocker Spaniel también parece estarlo. El chocolate caliente está terriblemente dulce, y me temo que eso también es normal por estas latitudes. Apunto mentalmente atenerme al té, que es lo que mejor manejan. Pero la cafetería es muy agradable y es fácil entender a Kevin. Tengo que buscar a escoceses cerrados o no aprenderé nunca.
Yendo a imprimir más CVs, me suelto y me atrevo a cruzar en rojo. Quizá no debería decir esto porque mis padres pueden estar leyéndolo. Pero tengo una vida que disfrutar, y no puedo ver cómo se escurre entre mis manos esperando en los semáforos de peatones de Edimburgo. (Ya he comentado algo sobre el tema antes). Lo curioso es que los coches también me dan la sensación de estar detenidos la mayor parte del tiempo. Parece que todo el mundo está parado siempre aquí. Raro.
Pero qué es esperar media hora cada vez que tienes que cruzar un semáforo si estás en esta ciudad. Respirando aire puro y fresco, rodeada de verdor y agua por todas partes, con músicos callejeros que deberían estar tocando en las mejores salas de conciertos...
Tengo dos semanas para encontrar trabajo y alojamiento. Y pese a esa presión, creo que jamás me he sentido mejor. Nunca fui más feliz en una situación de incertidumbre. Esta ciudad es realmente mágica.
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