Cambio de tarea. Nos llevan a un chico joven (Jamie) y a mí
a la zona donde vamos a recoger basura. En el camino, Jamie me cuenta con mucha
intensidad algo sobre otra compañera de limpieza, la del pelo azul, que no sé
lo que le pasa, pero que a Jamie le parece que lo que hace “está mal, seas
hombre o mujer”. Y que por lo visto la chica está fatal. Pero no pillo nada.
Intento hacerle ver que no entiendo del todo lo que me está diciendo (no
pillo nada en realidad), y entonces él lo repite, con la misma vehemencia y a la
misma velocidad, insistiendo en que realmente da igual que seas un hombre o una
mujer. Al final asiento, y de vez en cuando hago el “ah” vago que me sirvió con Wanda.
Me estrujo el cerebro pensando qué será lo que es lo mismo
si eres un hombre y una mujer, pero que a todas luces está mal. Para Jamie,
claro.
Nos separan, me quedaré siempre con la duda. Me dan la pinza
especial para recoger la basura y en cuanto empiezo, oigo una vocecita muy
educada: “Perdona, ¿puedo ayudarte?”. Me giro y hay un niño que me vuelve a
preguntar “Perdona, ¿puedo ayudarte?”. Veo que le ha llamado la atención la
pinza y quiere usarla. Le pregunto a la madre, que está toda apurada y al final
le dejo la pinza. El niño flipando. Yo diciéndole a la madre que si quiere lo
deje conmigo y lo recoja a las ocho. Al final, consigue que el niño deje la
pinza, pero entonces es la hermana la que quiere probar. Finalmente consigue
llevárselos. Me pongo a buscar como una loca una zona donde haya muchos niños
y me pongo a usar la pinza ostentosamente. No cuela.
La pinza parece divertida un rato. Cuando se me empieza a
formar una ampolla en el dedo corazón, me parece un invento del demonio. Al
menos estoy al aire libre, hay hierba por todos lados y oigo la música de los
espectáculos. No está tan mal. Menos por la ampolla del dedo. Y porque a veces
se levanta un viento que no facilita lo de recoger papeles. Me tengo que coger
a mí misma con la pinza para no salir volando.
En el descanso, al ir a la oficina para comer mi sándwich me encuentro con Jamie, quien me dice que han pedido que
vayamos todos a echar una mano en otra zona. Me intenta explicar dónde, pero
ante la duda, le digo que mejor voy con él. A ver si de paso me entero de qué le pasa
a la chica esa del pelo azul. Al ir a decírselo a la supervisora que me toca
ese día, me pregunta “Pero, ¿tú has terminado tu descanso?” Le digo que me
faltan 10 minutos, pero como no acabo de entender dónde demonios es, que prefiero irme con él. Ella, me dice, “No, no, tú acaba tu descanso. Mira, eso está…" (me
suelta una retahíla de la cual sólo entiendo la palabra “horses”). Ah, bien,
los caballos sé dónde están, no hay problema.
Al acabar, me voy donde los caballos, a encontrarme con
todos mis compañeros. Ni un alma. Deberían de haber llegado unos cuantos, por
lo menos. Entro en todas las cuadras, miro debajo de las pilas de heno… Ni un
alma. Lleno una bolsa de basura, al menos. Volviendo, encuentro a otro, un
sudanés con un nombre que suena como “Jashta”, y volvemos a las cuadras. Ni un
alma. Sacamos dos bolsas de basura. En un momento dado, nos perdemos y vuelvo a
estar sola. Voy al Hall que hay junto a los caballos y me encuentro a una chica
del equipo pasando una aspiradora. Le pregunto si sabe dónde necesitaban
refuerzos. Ni idea, me dice que pregunte a la responsable, que está en el baño.
Espero pacientemente a que la responsable salga. Luego me doy cuenta de que a
lo mejor no está usando el baño, si no limpiándolo. Voy a buscarla. Ni un alma.
Salgo del Hall y sigo dando vueltas mientras lleno bolsas de basura y no
encuentro a nadie del equipo. Me empiezo a escamar y decido volver a la oficina a preguntar a algún jefe, aunque quede como una
idiota. Ni un jefe. Al menos hay dos compañeros vagueando. Les pregunto y dicen
que justo iban para allá. Me agarro a sus chaquetas. Veo que se dirigen al Hall
y no puedo creerlo. Entramos allí y en efecto, está la mayoría de la gente.
Busco a la de la aspiradora para matarla, pero el Hall es tan grande que no la
encuentro y me adjudican la tarea de aplastar cajas. A lo bestia, porque allí
ni cutter ni nada. Me encuentro otra vez con Jamie, que ahora está hablando con
Shaun de la dichosa chica del pelo azul, de lo inmadura que es, y de que no se
cree que tenga 20 años. De eso me entero, pero de lo de que da igual seas
hombre o mujer no. Mierda.
Estamos aplastando cajas alegremente hasta que alguien nos
dice hacia las nueve que nos podemos largar. En la oficina no hay nadie, los
jefes se han ido ya. Al día siguiente me entero de que Jenny y su novio no se
enteraron y estuvieron hasta las diez dando vueltas por allí recogiendo basura.
Pienso que perfectamente podría haber sido yo y me recorre un escalofrío. La
organización, mejorable.
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