El viernes nos cambian de grupo. Alan no está de acuerdo con
el cambio y se marcha. Me da mucha pena, me caía bien. Estamos con otro
supervisor. Es un tipo rarete, risueño, con una bolita de moco permanente en
una de sus fosas nasales (que no sé si es siempre la misma o la va reponiendo),
que canta y se ríe mucho. Es muy agradable conmigo, no me puedo quejar. Pero
sí, es rarete.
Me suelta frases en español, algunas con más acierto que
otras, pero no voy a ser yo quien se ponga ahora crítica con cómo habla alguien
una lengua extranjera.
Al menos sigo en el grupo de Thomas, quien está muerto de
hambre (“storrrving”). Como falta mucho para el descanso, le ofrezco mi barrita
de cereales. Me pregunta si tengo más, y cuando le digo que no, la rechaza,
diciendo que es para mí. Insisto y al final acepta, agradecido. Creo que he hecho
un amigo.
Las mujeres que entran y salen del baño me dicen todo el tiempo "Thank you" y alguna incluso me hace un comentario sobre lo limpio que está todo o que se admira de que esté sonriendo todo el tiempo. Son muy consideradas y agradables. Eso hace todo más fácil.
Aparece otro chico para limpiar con nosotros un rato. Tiene un poco de retraso y es muy amigable. Como siempre, me excuso cuando le he preguntado por quinta vez que qué dice, explicándole que soy española y acabo de llegar, etcétera. Me dice que a lo mejor acabo con un escocés. E inmediatamente añade "I'm free". Jolín, y justo esto tengo que entenderlo. Luego me pregunta la edad, diciéndome él la suya: 34 años. Cuando le digo la mía, primero no se lo cree, pero creo que al final se convence. Porque desaparece y no lo vuelvo a ver.
Aparece otro chico para limpiar con nosotros un rato. Tiene un poco de retraso y es muy amigable. Como siempre, me excuso cuando le he preguntado por quinta vez que qué dice, explicándole que soy española y acabo de llegar, etcétera. Me dice que a lo mejor acabo con un escocés. E inmediatamente añade "I'm free". Jolín, y justo esto tengo que entenderlo. Luego me pregunta la edad, diciéndome él la suya: 34 años. Cuando le digo la mía, primero no se lo cree, pero creo que al final se convence. Porque desaparece y no lo vuelvo a ver.
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