Hoy estaba un poco bajilla porque intenté mandar un CV a una biblioteca donde era tan difícil meter toda la información que te pedían que al final lo dejé a medias. Probé a entregar curriculums en librerías y me dieron largas, (muy amablemente, eso sí). Estaba agobiada porque sólo me quedan dos semanas de alojamiento, y por tanto para encontrar un trabajo...
Y al pasar por Princes Street Gardens, el entorno y la música de un grupo que estaba tocando allí me hicieron conectar de nuevo, recordándome por qué estoy aquí. Ya sé lo que tengo que hacer cuando me sienta mal: irme al corazón de esta ciudad y recargarme con su magia. Al menos en verano.
La experiencia en la tienda me ha hecho darme cuenta de que los escoceses necesitan aprender inglés. Pero como va a ser difícil convencerlos a todos he decidido ser yo quien se lo curre. Con Bill y Georgia no hablo demasiado, y de todos modos, ellos sí hablan inglés de verdad. Así que me he apuntado a un intercambio lingüístico que se hace en un bar. He descubierto una web genial, Meetup. Hablo sobre ella en "Tips Edimburgo"
Antes de entrar en el pub me asaltan los viejos miedos de hablar con gente desconocida. Pero cuando pregunto en la barra y me indican dónde están los del intercambio, dejo de preocuparme por ello. El fuerte olor a pis que sale de esa zona me distrae de mis temores, bendito sea. No distingo con claridad si es humano o de gato, pero si tuviera que apostar, lo haría por lo primero. Tampoco diferencio si proviene de la silla en la que me acabo de sentar o de algún otro punto. Espero que sea lo segundo.
Intento adormecer mi pituitaria y empiezo a hablar con el único señor que ha aparecido. Dice que la gente empezará a llegar más tarde. Maldigo mi legendaria puntualidad cornellanense.
No pasa nada, van llegando los demás y se hace un grupo animado. Me voy soltando y me alegro de haber ido, aunque me preocupa que mis compañeros crean que soy yo la que huele a pipí. Quizá ellos tengan el mismo temor.
Estoy entre un chaval escocés realmente tímido, que no te mira al hablar, y un irlandés muy conversador. Parece que la fama de esta gente es merecida. El chaval se va al poco rato y cuando me voy a ir yo, Kevin (el irlandés) me da su teléfono para que lo llame y sigamos hablando.
Me voy a casa contenta de haberme decidido a ir y dispuesta a seguir relacionándome con los locales. Lo necesito como el comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario